“Cada casa tiene su historia, bienvenidos a la nuestra”
María, Eugenia, Claudia y Pablo
Casa Orzáez es un punto de encuentro entre pequeños productores honestos, ciudadanos conscientes y alimento vivo.
La aventura comenzó en el año 2003 con la creación de nuestro taller de lácteos Mare Nostrum, al alma máter del proyecto, una quesería ubicada en Castilblanco de los Arroyos, en la Sierra Norte de Sevilla. Allí elaboramos quesos de leche cruda de cabra de raza autóctona Florida Sevillana, criada en ganadería extensivo de dehesa, mediante un proceso manual y utilizando únicamente nuestros propios fermentos naturales. En 2016 decidimos abrir una tienda propia en nuestra ciudad natal, Sevilla. Un lugar donde dar a conocer al mundo aquello que nos apasiona: la alimentación consciente y, sobre todo, los quesos de leche cruda.
Casa Orzáez es un proyecto familiar polivalente, en el que puedes sentarte en mesa a probar los productos que ofrecemos, llevártelos a tu casa y transformarlos a tu gusto ¡o las dos cosas! La intención es servir de nexo de unión entre personas preocupadas por aquello que consumen y cómo afecta o enriquece ese producto a nuestra biodiversidad y a nosotros mismos.
La filosofía, tanto en nuestras despensas como en nuestras mesas, es fiel al movimiento Slow Food, al que pertenecemos desde hace años, que promueve la defensa del alimento bueno, limpio y justo. Pues si una premisa tenemos clara, es que somos lo que comemos.
Manifiesto
Casa Orzáez
1. Somos lo que comemos.
De ahí la importancia que tiene conocer cada alimento: su origen, quién lo elabora, cría o cultiva, la energía que puso al hacerlo, qué metodología siguió, si pagué un precio justo por ese trabajo… en definitiva, conocer lo que nos llevamos a la boca.
2. Apostamos por alimentos VIVOS.
Que preserven toda su microbiología, que nos nutra y alimente con ella en cada bocado. Por ello rechazamos todo proceso o ingrediente industrial (aditivos, conservantes, estabilizantes, etc…) que paraliza y acaba con la aportación energética de cada producto. De ahí que trabajemos mucho con conservas naturales, como los fermentados, alimentos probióticos que refuerzan nuestro sistema inmunológico con sus bacterias beneficiosas.
3. Preservar la soberanía de cada territorio consumiendo productos locales.
Ayudar a los productores de nuestra localidad es nuestra responsabilidad como ciudadano. Fomentar la soberanía alimentaria mediante el consumo de alimentos km0 refuerza nuestra economía local y preserva la autenticidad de cada territorio y de sus variedades autóctonas, que deben pertenecer a sus productores. La comida que viaja miles de km alrededor del mundo nos empobrece y contamina en todos los sentidos.
4. Relación justa y directa con productores honestos.
Hay que revalorizar cada alimento, tanto en su precio como en sí mismo. El productor debe recibir un precio justo por su producto, así conseguiremos reforzar su autonomía, y, por consiguiente, la nuestra. Sus manos valen oro. La industrialización pone la riqueza en manos de los intermediarios mientras los agricultores y ganaderos se ven obligados a mendigar por lo que ofrecen. Por ello nosotros vamos más allá, buscando crear vínculos basados en la confianza, admiración y respeto hacia aquellos productores a los que queremos ponerles cara, conocer su historia y así saber más sobre lo que comemos. Nosotros, como productores, sabemos el esfuerzo que es seguir una filosofía honesta de producción y la necesidad de reflejar ese trabajo en el valor final. El problema del consumismo actual es que queremos comer barato, da igual el precio tan alto que paguemos después, tanto en nuestra salud como en el medioambiente. Riqueza es contar con productores locales bien pagados, bien felices, que den trabajo y hagan que la rueda gire.
5. Cultivo y producción ecológica y sostenible.
Queremos beneficiarnos de la composición y esencia original de cada comida, fomentando las prácticas ecológicas y biodinámicas que crean vínculos naturales entre alimento, productor y entorno, dentro de un ecosistema vivo que funciona con equilibrio y respeto. Por ello rechazamos su eliminación mediante agroquímicos artificiales y técnicas intensivas que desnutren los alimentos con el objetivo de aumentar una confundida “productividad”. No dejamos esa valoración únicamente en manos de certificadoras ecológicas privadas, sino que buscamos conocer cada producto y todo lo que hay detrás. No nos basta con un sello.
6. Nos guiamos por la temporalidad en pro de la biodiversidad.
La naturaleza es muy sabia y nos brinda en cada estación los nutrientes que necesitamos a través de cada alimento. Por esta razón somos fieles a la estacionalidad, consumiendo productos y variedades en su temporada, cuando se encuentran en su mejor momento. Más ricos en todos los sentidos. Si queremos tomar tomates en invierno, ha de ser con las conservas que hicimos en verano, como se hacía antes de querer tenerlo todo, todo el año.
7. Derecho a la educación e independencia alimentaria para todas y todos.
El acceso al buen alimento es un derecho nuestro por naturaleza, desde que nacemos. La industrialización busca alejarnos de ese reclamo, ofreciéndonos modelos de alimentación basados en un consumo derrochador e inconsciente. Es esencial saber qué comemos, preguntarnos qué hay detrás de cada alimento y qué impacto ha tenido su producción en el ecosistema al que pertenecemos. Ese es el primer paso hacia nuestra soberanía alimentaria, hacia ser dueños de nosotros mismos. Comunicar este mensaje es velar por el futuro del planeta y de sus habitantes.
8. Absoluto y fiel compromiso en todo lo que hacemos.
Los principales clientes de todo lo que hay en nuestras despensas somos nosotros mismos. Por esa razón queremos ofreceros nuestro producto más valioso: la confianza. Muchos de vosotros habéis cruzado ya la línea entre cliente-amigo, convirtiéndoos a su vez en coproductores. Ese es el camino. Desde el principio estamos en deuda con vosotros y con los valientes y conscientes productores con los que trabajamos día a día. Cambiar el mundo a través de la alimentación es una tarea que comienza en las elecciones individuales y se refleja en la colectividad. Nos ayudáis a poner esta filosofía del movimiento Slow Food en el mundo y, por ello y mucho más, os estamos realmente agradecidos.
9. Reconciliación con nuestras cocinas.
La mejor manera de saber lo que comemos es cocinarlo nosotros mismos. Hay que volver a los fogones en casa, a permitirnos sacar tiempo para cocinar, ya sea para uno o para varios, y disfrutar de lo que significa sentarse en la mesa y compartir. Los ritmos frenéticos a los que estamos sometidos nos impiden ser dueños de nuestro tiempo, pero comer no es sólo ingerir, tenemos que alimentarnos con sensibilidad y recuperar recetas y sabores auténticos, a veces olvidados, mediante a una cocina sencilla basada en la buena materia prima. Eso es enriquecimiento y alimentación.
10. Sostenibilidad, respeto y gratitud hacia la naturaleza.
Es nuestra obligación devolver a la naturaleza todo lo que nos brinda. De ahí la necesidad de tomar consciencia y cumplir con todos los puntos de este manifiesto. Es nuestra responsabilidad cuidar nuestro planeta, su biodiversidad y garantizar a las generaciones futuras un hogar mejor o igual al que nos encontramos nosotros. Cada pequeña acción cuenta, pues todo suma y todo se devuelve.